Cada 14 de julio la Iglesia Católica en Estados Unidos celebra a Santa Catalina ("Kateri") Tekakwitha, la primera santa piel roja y, por lo tanto, la primera mujer perteneciente a los pueblos originarios de ese país en llegar a los altares. Catalina es "Patrona de la naturaleza y de la ecología" junto a San Francisco de Asís.

En el resto del mundo su fiesta se celebra el 17 de abril.

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Víctima de la enfermedad

Kateri Tekakwitha nació en Auriesville, Nueva York (Estados Unidos), en 1656. Su madre era una cristiana perteneciente a la tribu algonquina, quien había sido capturada por los iroqueses -miembros de la confederación de las cinco naciones nativas americanas- y posteriormente liberada por un jefe tribal Mohawk, quien sería su esposo y padre de Kateri.

A los cuatros años, Kateri perdió a sus padres y a su hermano a causa de una epidemia de viruela. Ella también se contagió, pero a diferencia de sus familiares, logró sobrevivir. A pesar de superar la enfermedad, quedó con graves secuelas: el rostro desfigurado y la vista seriamente dañada. Sin familia inmediata, la santa estuvo a cargo de sus tíos.

Al cumplir los 11 años, Kateri conoció la fe cristiana gracias a los misioneros jesuitas que llegaron a su pueblo, acompañando a los diputados mohicanos que firmarían la paz con los franceses.

Rechazada por todos, amada por Cristo

Si bien aceptó la fe rápidamente, Kateri pidió bautizarse recién a los 20 años. Por haberse hecho cristiana tuvo que enfrentar la oposición de su familia y sufrir el rechazo de su gente. Fue tal la hostilidad de los suyos que tuvo que huir e integrarse a las comunidades cristianas de Canadá. Perseguida porque querían darle muerte, caminó alrededor de 320 km (200 millas) a través del bosque y las montañas, hasta que pudo llegar a Sault Ste. Marie, el pueblo cristiano que la acogió en 1677, ubicado cerca de Montreal.

Alejada de su tierra, "Catalina" -nombre cristiano que adoptó- recibió la Primera Comunión el día de Navidad. Ese mismo día se consagró a Jesús haciendo voto de castidad. Quería responder con su entrega a todo el amor que recibía del cielo y que sobrepasaba cualquier cosa que hubiese conocido.

La belleza de la creación

Catalina llevó una vida de oración, de cercanía con la Eucaristía y de permanecer horas frente al Santísimo Sacramento. Sirvió a sus hermanos en la fe y vivió en armonía con la naturaleza que la rodeaba -algo que aprendió en medio de su pueblo, pero que se plenificó una vez que reconoció que Dios, su Creador, también estaba allí presente, en la belleza del mundo natural-.

"El lirio de los Mohawks"

Santa Catalina Tekakwitha partió a la Casa del Padre el 17 de abril de 1680 a los 24 años, durante la Semana Santa de ese año. Sus últimas palabras fueron: "¡Jesús, te amo!".

Rápidamente la joven suscitó la devoción y el cariño entre los nativos americanos, así como entre los inmigrantes europeos católicos. Por eso, muchos empezaron a peregrinar a Caughnawaga, lugar en el que se depositaron sus restos.

Las cicatrices que la santa tenía en el rostro desaparecieron tras su muerte y muchos de los enfermos que asistieron a su funeral se curaron milagrosamente. En 1884, el P. Clarence Walworth mandó erigir, en honor a ella, un monumento al lado de la sepultura de Catalina, a la que llaman cariñosamente "el lirio de los Mohawks".

Catalina Tekakwitha fue beatificada por San Juan Pablo II en 1980 y canonizada por el Papa Benedicto XVI en octubre de 2012.

¡Querida Catalina, intercede por los pueblos de América!