San Alonso Rodríguez hizo de su cargo de portero un verdadero servicio a los demás y una ocasión permanente de santificación.
Desde la portería del convento entabló diálogo con mucha gente, entre los que estuvo nada menos que San Pedro Claver, en su momento, alumno del colegio Monte-Sión. Se dice que San Alonso entusiasmó y alentó a Pedro a viajar algún día a América. Como se sabe, Pedro fue el santo protector de los esclavos en Cartagena de Indias, en América. Por esas cosas de Dios, ambos jesuitas serían canonizados el mismo año, 1888.
La oración es capaz de abrir todas las puertas
Alonso aprovechaba las horas de trabajo en la portería para rezar. De hecho, una de sus oraciones predilectas era el Santo Rosario, que rezaba varias veces al día. Alonso llegó a tener visiones del Cielo y de la Virgen María, que se le aparecía -a Ella se confiaba siempre para que lo protegiera del mal- para escucharlo y darle consuelo. Si en alguna ocasión era presa de la tentación, Alonso pasaba junto a la imagen de la Virgen y le decía: “Sancta Maria, Mater Dei, memento mei” [Santa María, Madre de Dios, acuérdate de mí].